Op center el silencio del kremlin by Tom Clancy

Op center el silencio del kremlin by Tom Clancy

autor:Tom Clancy [Clancy, Tom]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Roman
publicado: 2011-01-20T21:21:25+00:00


TREINTA Y CUATRO

Lunes, 23.44, Helsinki

El StarLifter aterrizó en una pista remota en un rincón del aeropuerto de Helsinki y allí estaba el comandante Aho para recibirlo. El gigantesco levantador de pesos se presentó a sí mismo en un perfecto inglés al teniente coronel Squires como un «emblemático lapón de pelo negro» de las fuerzas armadas. Como representante del ministro de Defensa Niskanen, informó que tenía instrucciones específicas de proporcionar a los norteamericanos todo lo que necesitaran.

Mientras permanecían en la puerta abierta del avión, y el viento frío se arremolinaba en la noche oscura, Squires le dijo al comandante que lo único que quería era que cerrara la puerta y esperara al Il-76T.

–Comprendo -replicó Aho con una voz sonora revestida de la misma dignidad que su porte.

Dejó atrás a un asistente para que hiciera de enlace con el personal de tierra y Aho aguardó a que el soldado George recibiera y devolviese una ronda de deseos de buena suerte, para luego acompañarle hasta el coche que les esperaba. Ambos hombres se sentaron detrás.

–¿Ha estado alguna vez en Finlandia, soldado George? – preguntó Aho.

–Señor -respondió el soldado-, hasta que ingresé en el ejército, nunca había salido de Lubbock, Texas. Después de incorporarme, nunca había salido de Virginia hasta ahora; yo no fui a la primera misión. En la segunda misión, en Filadelfia, estuve enfermo. En la tercera misión, en Corea, tropecé con la oposición de un general.

–En la vida, como en el ajedrez, el rey come al peón -afirmó sonriendo el comandante Aho-. Al menos puede ir esta vez. Visitará dos países.

George le devolvió la sonrisa. Había una benevolencia sacerdotal en la expresión del comandante y una dulzura en sus ojos claros que George no había visto jamás en un oficial. Pero bajo el ceñido uniforme marrón de Aho, George también veía una masa muscular que no recordaba haber visto, salvo en las competiciones de culturismo de la televisión por cable.

–Pero tiene suerte -manifestó el comandante-. Los vikingos creían que un guerrero extranjero que acudiera por primera vez a Finlandia en son de paz, sería invencible en la batalla.

–¿Sólo lo creían los hombres, señor?

Aho suspiró.

–Era un mundo distinto, soldado. Y… aún no ha conocido a su compañera, ¿no es cierto?

–Es cierto, señor, y tengo ganas -replicó George diplomáticamente.

En realidad, le preocupaba. Había leído el expediente que enviaron por fax al avión y no estaba seguro de que estuviera preparado para hacer excursiones de civil.

–No se lo diré a ella -sostuvo Aho, inclinándose hacia él de manera conspiradora-, pero la sociedad vikinga siempre fue de hombres guerreros. Cada hombre llevaba un hacha, una daga y una espada encima en toda ocasión y prendas de piel de zorro o castor o incluso de ardilla que le dejaban un brazo libre, el de combatir. Cada mujer llevaba una cazoleta en cada pecho, hecha de hierro, cobre, plata u oro, que indicaba la riqueza de su marido. También llevaba un collar al cuello para demostrarle sumisión. Hace unos años se armó mucho revuelo sobre el modo de enseñar la historia de estos pueblos en las escuelas.



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